Proseguir hacia Jesús
Corriendo por el bosque, traté de encontrar un atajo y fui por un sendero desconocido. Al no saber si estaba perdida, le pregunté a alguien que corría en sentido contrario si iba por el camino correcto.
¿Alquilar amigos?
La gente se siente cada vez más sola. En Estados Unidos, desde 1990, la cantidad de personas sin amigos se ha cuadruplicado. Algunos países europeos tienen un 20 % de la población que se siente sola. Y en Japón, algunos ancianos se han vuelto delincuentes para ir a la cárcel y tener compañía.
Fidelidad futura
Sara perdió a su madre cuando tenía solo catorce años. Poco después, ella y sus hermanos se quedaron sin casa. Años más tarde, Sara quiso dejarles a sus hijos una herencia que pudieran transmitir de generación a generación. Trabajó duro para comprar una casa y darle a su familia el hogar estable que ella no había tenido.
Acordarse de alabar
Cuando nuestra congregación construyó el primer edificio, la gente escribió palabras de agradecimiento en los montantes de las paredes y los pisos de concreto antes de que se completara el interior. Si quitas los paneles de los montantes, allí las encontrarás. Un versículo bíblico tras otro, escrito junto a oraciones de alabanza, como: «¡Eres tan bueno!». Los dejamos allí como testimonio a las futuras generaciones de que, independientemente de los desafíos, Dios ha sido bueno y nos ha cuidado.
Un amor mayor
Pocos días antes de Semana Santa, cuando los cristianos recuerdan el sacrificio de Jesús y celebran su resurrección, un terrorista irrumpió en un supermercado en el sudoeste de Francia, abrió fuego y mató a dos personas. Después de negociar, liberó a todos los rehenes menos a una, a la que convirtió en un escudo humano. Sabiendo del peligro, el oficial de policía Arnaud Beltrame hizo lo impensable: se ofreció para ocupar el lugar de la mujer. El criminal la liberó, pero en el altercado, Beltrame fue herido y más tarde murió.
Reconciliar las relaciones
Cuando éramos más jóvenes, mi hermana y yo discutíamos con frecuencia, pero recuerdo en especial una ocasión. Después de gritarnos cosas hirientes, ella dijo algo que, en ese momento, me pareció imperdonable. Mientras la situación empeoraba, mi abuela nos recordó que debíamos amarnos la una a la otra: «Dios les dio una hermana en la vida. Tienen que mostrarse mutuamente un poco de gracia». Cuando le pedimos a Dios que nos llenara de amor y comprensión, Él nos ayudó a reconocer cómo nos habíamos herido y a perdonarnos.
Cuesta arriba todo el tiempo
Christina Rossetti, poetisa y autora de devocionales, descubrió que nada le resultaba fácil. Sufrió de depresión y varias enfermedades durante su vida, y soportó el dolor de tres compromisos rotos. Finalmente, murió de cáncer.
Lágrimas de alabanza
Hace años, cuidé a mi mamá en un centro para enfermos terminales. Agradecí a Dios por los cuatro meses que me permitió atenderla y le pedí que me ayudara durante mi duelo. Solía costarme alabar a Dios en medio de mis sentimientos mezclados, pero cuando ella dio su último aliento y yo lloraba desconsoladamente, susurré: «¡Aleluya!». Me sentí culpable de alabar a Dios en ese momento devastador, hasta que años después, observé más detenidamente el Salmo 30.
Dios nos habla
Recibí una llamada telefónica de un número desconocido. Suelo dejar que se graben en el buzón de voz, pero esa vez atendí. El telefonista preguntó cortésmente si tenía un minuto para que me compartiera un breve pasaje bíblico. Citó Apocalipsis 21:3-5, sobre cómo Dios «enjugará […] toda lágrima de los ojos de ellos». Habló sobre Jesús, nuestra seguridad y esperanza. Le dije que ya había aceptado a Jesús como mi Salvador personal, pero su objetivo no era «testificarme». Solo preguntó si podía orar conmigo. Y lo hizo, pidiéndole a Dios que me alentara y fortaleciera.
Aprovechar la oportunidad
Mientras esperaba para ingresar a la universidad, Shin Yi, de 21 años, decidió dedicar tres meses de sus vacaciones para servir en una organización misionera para jóvenes. Parecía una época extraña para hacerlo, ya que las restricciones de COVID-19 impedían las reuniones presenciales. Pero Shin Yi encontró pronto la manera: «No podíamos reunirnos en las calles ni en los centros de compras o de comidas rápidas como de costumbre —compartió—, pero seguimos haciéndolo vía Zoom, para orar unos por otros, y por teléfono con los que no eran cristianos».